Ganadores del Primer premio


Año 2020: ante la crisis de identidad del mundo agrícola provocada por la industrialización y deshumanización de los procesos productivos, surgió un modelo de respuesta llamado la Sisalería. La demanda de los productos derivados del Agave como el tequila, mezcal y las fibras de sisal que anteriormente se habían cultivado y trabajado según las técnicas milenarias; había provocado una lenta desaparición de los pequeños productores locales, y masificado los terrenos de cultivo en pro de una explotación tecnificada y ultraeficiente.

La Sisalería planteaba la inclusión de una serie de dispositivos infraestructurales en el paisaje yucateca recuperando el espíritu de las haciendas, y repensándolas desde una perspectiva contemporánea y
tecnologizada; devolviendo el campo a los productores locales. Unos artefactos productivos autosuficientes a través de los cuales se consiguió revivir la tradición milenaria, acercándola al público
de la época y a sus demandas de consumo y ocio.

Años más tarde, estos dispositivos autónomos, se convirtieron en el germen de nuevas ciudades. Flexibles en programas y en construcción, abiertos y completamente colonizables por las poblaciones aledañas;
crecieron y se transformaron en nuevos centros de microciudades. La tecnología y tradición se fusionaron para progresar sin desprenderse del pasado.
Esta arquitectura, diseñada para acoger cualquier tipo de programa, perdió poco a poco su identidad
mecánica hasta ser el vivo reflejo de la cultura mexicana; de las gentes que habitaban los pueblos y que
trabajaban la tierra; de los lugares que nunca debieron perder su preciada identidad.

Ganadores del Primer premio


Año 2020: ante la crisis de identidad del mundo agrícola provocada por la industrialización y deshumanización de los procesos productivos, surgió un modelo de respuesta llamado la Sisalería. La demanda de los productos derivados del Agave como el tequila, mezcal y las fibras de sisal que anteriormente se habían cultivado y trabajado según las técnicas milenarias; había provocado una lenta desaparición de los pequeños productores locales, y masificado los terrenos de cultivo en pro de una explotación tecnificada y ultraeficiente.

La Sisalería planteaba la inclusión de una serie de dispositivos infraestructurales en el paisaje yucateca recuperando el espíritu de las haciendas, y repensándolas desde una perspectiva contemporánea y
tecnologizada; devolviendo el campo a los productores locales. Unos artefactos productivos autosuficientes a través de los cuales se consiguió revivir la tradición milenaria, acercándola al público
de la época y a sus demandas de consumo y ocio.

Años más tarde, estos dispositivos autónomos, se convirtieron en el germen de nuevas ciudades. Flexibles en programas y en construcción, abiertos y completamente colonizables por las poblaciones aledañas;
crecieron y se transformaron en nuevos centros de microciudades. La tecnología y tradición se fusionaron para progresar sin desprenderse del pasado.
Esta arquitectura, diseñada para acoger cualquier tipo de programa, perdió poco a poco su identidad
mecánica hasta ser el vivo reflejo de la cultura mexicana; de las gentes que habitaban los pueblos y que
trabajaban la tierra; de los lugares que nunca debieron perder su preciada identidad.

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